sábado, 10 de abril de 2010

La primavera



Esta imagen del blog de Victoriano Izquierdo (recomiendo clicar AQUÍ para verla en su tamaño original), que titula “Primavera”, ha evocado en mí las primaveras de hace muchos años, con aquel olor de los ramos de lilas frescas, que cogíamos, de niñas, cuando por fin podíamos disfrutar de los paseos por nuestro pueblo tras un invierno de frío intenso. Subíamos por la zona de chalets de los veraneantes, que permanecían los tres meses de verano con nosotros. Las lilas de sus fincas se nos ofrecían como un regalo, antes de que los dueños aparecieran, y disfrutábamos tomando las que rebosaban, compitiendo, en belleza y aroma, con la acacia, la flor de los “zapatitos”, blanca y también fragante.
Es curioso, pero ahora me doy cuenta de que, de pequeña, olía la primavera; sin embargo, distingo la luminosidad de aquellos meses de mayo, con sus flores a María, las bambas blancas (unas veces impecables y otras retocadas con la esponjita del kanfor), que nos llevaban hasta el caño de la fuente más cercana, donde volvían a salpicarse de barro. Risas, amigas amarradas del brazo cantando, tranquilidad, felicidad virgen e ilusión por cada nuevo día.
Ahora percibo la primavera con más intensidad por el sentido de la vista, tanto que me embarga la emoción ante un paisaje como éste, que no puedo oler, pero que aprecio, floreciente, intenso, con el que me fundo, al igual que lo hago con un simple brote de tomillo. Soy más naturaleza, pero antes la respiraba mientras vivía, como si no tuviera tiempo para detenerme en ella. Había tanto por descubrir… Y, por entonces, no me hacía ni idea de cuánto.