lunes, 5 de abril de 2010

El gran misterio de la mente



Este fragmento que adjunto corresponde al libro de Ramiro Calle, Recobrar la mente. Es un libro concentrado, muy práctico, como todo lo que escribe este experimentado yogui. Lo leí hace años y ayer, repasándolo, me alegraba comprobar que prácticamente todo lo que expone lo tengo interiorizado y bastante practicado. Es de aquella época (hace más de ocho años) en la que según leía textos de este tipo me iban calando en lo más hondo, al tiempo que exclamaba: “¡Claro que sí, esto es lo que necesito!

No encontraba el modo de saciarme de tanta sabiduría, que había acercado a mí porque un día desperté, me coloqué frente al espejo y tomé la decisión de tallarme, eliminar aristas y aplicarme un barniz de tranquilidad y paz. Después, ahora, siempre, me he encontrado y me encuentro con dificultades, con lo que la gente llama "problemas", pero me siento protegida desde donde comienzan los conflictos hasta donde mi mente les impide traspasar aquel baño de consciencia, que me empeño en restaurar constantemente. Y es apasionante.

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“La mente es una gema preciosa, sólo en potencia. La mente es una orquídea espléndida, sólo en proyecto. Lo que la mente termi­ne siendo, dependerá del trabajo que se lleve a cabo con ella. Este trabajo nadie puede realizarlo por nosotros. Nadie puede purificar la mente por nosotros. La mente es un gran misterio, sí, pero cada uno puede revelarlo por sí mismo. Si en el mundo hay tantos pro­blemas, desencuentros y horrores, es porque los problemas, desen­cuentros y horrores comienzan en la mente. Si no aprendemos a so­lucionar los problemas en la mente, ¿cómo podremos solucionarlos en el exterior? Mentes conflictivas, neuróticas y ávidas, hacen una sociedad conflictiva, neurótica y ávida. Debemos aprender a bregar con nuestra mente. Es insatisfactoria e indócil, pero puede volverse dócil y dichosa. La mente admite una radical transformación. Tal como es ahora, también podría ser de otra forma. Todas las faculta­des de la mente pueden desarrollarse, pero lo más importante y prometedor: se pueden modificar los cimientos de la mente y pro­porcionarle una nueva manera de vivenciar, mirar, relacionarse. No hay que ser triunfalistas. No es un trabajo rápido ni fácil, pero la mente del año próximo será cómo nosotros vayamos haciéndola a cada momento. Recogeremos la mente que cultivemos, como ahora hemos recogido la mente que hemos permitido. Todo está en la men­te, en el sentido de que en última instancia todo (placer y dolor, alegría y descontento, paz o inquietud) lo experimentamos a través de la mente. Si recibimos una mala noticia o nos enfrentamos a una contrariedad, sentimos tristeza dentro de nuestra mente; si algún acontecimiento nos es propicio, sentimos alegría dentro de nuestra mente. La mente nos permite sentir. La fuente del sentimiento está dentro de nosotros. La mente amplía o atenúa. El mismo aconteci­miento puede dañar mucho a una persona y poco a otra; la misma situación a una la hiere y a otra la deja indiferente. La mente hace su juego; hasta que no nos manejamos con ella y la conocemos, si­gue sus leyes. Puede ser tan contradictoria y extemporánea, que pue­des estar sano y te hace creer que estás enfermo, que eres rico y te hace comportarte como un mendigo. Ejerce su tiranía. De su grado de reactividad y de su modo de tomar las cosas, depende cómo és­tas nos afecten. Hay una historia del Buda. A veces la gente aviesa le insultaba, pero nunca nadie le vio perder la semisonrisa y la cal­ma. Sorprendidos, sus mismos discípulos le preguntaron un día: «Se­ñor, ¿cómo permaneces tan tranquilo ante los que te insultan?». El Buda repuso: «Ellos me insultan, sí, pero yo no recojo el insulto». Si la mente nos domina, estamos perdidos. Impone su atmósfera enrarecida de miedos, paranoias, distorsiones. Si la mente está a nues­tro servicio, se torna un instrumento muy poderoso para el creci­miento interior y la libertad interna. La mente puede ser un hervi­dero de dudas, incertidumbre, infelicidad; también puede ser un manantial de alegría y satisfacción. Por esta razón no debe extrañarnos que los sabios de la India hayan concebido y ensayado decenas de métodos para controlar, purificar y aquietar la mente. Nadie como ellos ha investigado tanto en este sentido. La psicología occidental está en pañales al lado de esta psicología experiencial y personal de los yoguis indios. Hay un texto que incluye nada menos que ciento doce métodos para el desarrollo y control de la mente. Si todo pasa por el espacio de la mente, si todo se interpreta en el escenario men­tal, es obvio que hay que poner orden en la mente”.