Os traigo aquí un artículo muy útil (pinchad sobre la palabra "artículo") de Eduardo Roselló Toca, editor, escritor, conferenciante y profesor, y seguro que alguna cosa más. Eduardo nos propone en este artículo, publicado en la revista Psychologies, una práctica muy sencilla y útil:
“Encontrar un par de momentos al día en los que, durante dos o tres minutos, guardemos silencio, y compongamos unas frases cortas y sencillas, que comiencen por “ahora me doy cuenta”, un trabajo de la conciencia, que nos devuelve al “aquí y ahora".
Conocí a Eduardo "de oídas", así como a la editorial que dirige, Los libros del comienzo, hace muchos años (más de 15, creo). Una persona muy cercana a mí había realizado un curso impartido por él, porque estaba atravesando un mal momento, y alguien se lo recomendó como terapia para su restablecimiento psicológico. Salió muy satisfecha de la experiencia y no paraba de contarme cómo había contribuido a su mejoría. Por entonces, a mí todo eso me sonaba a chino y no tenía mucha intención de profundizar en ello. Creía que no me hacía falta (JA, JA. Me carcajeo de mí misma :-).
Continuaba con mi vida, y esa misma persona me iba hablando de determinados libros de la editorial. Yo seguía escuchando " a medio tono" y mirando "por el rabillo del ojo…". Pasaron los años y, en un momento de agitación, acudí a la lectura de alguno de esos libros, cuya reseña había quedado grabada en algún lugar de mi mente:
Del propio Eduardo, leí Salir de la botella y Los milagros suceden; de Jerry Jampolsky, Adiós a la culpa y Amar es liberarse del miedo; de José Silva, Tú, el sanador y Crear un genio; de Stephanie Matthews-Simonton, Recuperar la salud, entre otros...
Más tarde, realicé diversas relajaciones guiadas, práctica a la que accedí también a través de los CD's de Eduardo.
Poco a poco, a través de estas primeras lecturas y prácticas, fui asimilando conceptos que iba aplicando en mi día a día, encontrando así la paz que necesitaba y que, erróneamente, creía tener.
Me considero una persona agradecida, así que cuando me di cuenta del bien que me estaban haciendo esas palabras curativas, escribí a Eduardo, para expresarle mi gratitud. Aunque la comunicación que he tenido con él ha sido muy puntual, sé, de sobra, que ha contribuido, a través de su obra y de su persona, a mi desarrollo interior. Alguien me contó que había que enlazarse al flujo vital de quienes habían logrado cumplir su función en la vida y, así, contagiarse de su fuerza creativa. Yo lo he hecho en más de una ocasión, y creo que Eduardo Roselló ha sido, para mí y para muchos más, una de esas personas.
Gracias por todo, Eduardo.