A veces pienso en la gente que está en la cárcel. No hablo de la cárcel de uno mismo, que también es para detenerse en ello, sino en los que están privados físicamente de libertad, recluidos por haber cometido algún delito.
¿Cuánto tendrán que haber sufrido para haberse convertido en delincuentes? (da igual del estrato social del que provengan; el sufrimiento no sólo viene de la escasez material). Recuerdo la frase que dicen figura en las paredes de algunas cárceles: “Condena el delito, pero no al delincuente” y me pongo fácilmente en su lugar. Si es cierta la teoría de que elegimos a nuestros padres, elegí, al nacer, unas condiciones más favorables que esas personas enjauladas, pero podría haber sido uno de ellos. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, yo soy tú.
Éste es uno de los asuntos en los que más tendría que empeñarse la sociedad y, sobre todo, quienes tienen en su mano la posibilidad de aplicar normas favorables a la recuperación de quienes han caído en un abismo, sabe Dios por qué, hasta el punto de verse encerrados por los de su misma especie.
En este sentido, y como un ejemplo que considero digno de mención, el sábado pusieron en TV2, (casi la única cadena que veo últimamente), un reportaje sobre un recinto penitenciario de Venezuela, en el que se está aplicando la música, desde el 2007, como estímulo para los reclusos y como elemento de reinserción en la sociedad.
Jóvenes con valores destruidos, porque no conocen ni siquiera sus orígenes, dedican 6 horas al día a cantar o aprender a tocar instrumentos, y muchos de ellos con planes para seguir estudios musicales, mediante becas conseguidas por su esfuerzo. Muestran muy baja reincidencia, una vez que han pasado por el programa.
Las personas involucradas en este proyecto comentaban cómo es posible que situaciones limitantes se conviertan en desarrollantes.
¿Cuánto tendrán que haber sufrido para haberse convertido en delincuentes? (da igual del estrato social del que provengan; el sufrimiento no sólo viene de la escasez material). Recuerdo la frase que dicen figura en las paredes de algunas cárceles: “Condena el delito, pero no al delincuente” y me pongo fácilmente en su lugar. Si es cierta la teoría de que elegimos a nuestros padres, elegí, al nacer, unas condiciones más favorables que esas personas enjauladas, pero podría haber sido uno de ellos. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, yo soy tú.
Éste es uno de los asuntos en los que más tendría que empeñarse la sociedad y, sobre todo, quienes tienen en su mano la posibilidad de aplicar normas favorables a la recuperación de quienes han caído en un abismo, sabe Dios por qué, hasta el punto de verse encerrados por los de su misma especie.
En este sentido, y como un ejemplo que considero digno de mención, el sábado pusieron en TV2, (casi la única cadena que veo últimamente), un reportaje sobre un recinto penitenciario de Venezuela, en el que se está aplicando la música, desde el 2007, como estímulo para los reclusos y como elemento de reinserción en la sociedad.
Jóvenes con valores destruidos, porque no conocen ni siquiera sus orígenes, dedican 6 horas al día a cantar o aprender a tocar instrumentos, y muchos de ellos con planes para seguir estudios musicales, mediante becas conseguidas por su esfuerzo. Muestran muy baja reincidencia, una vez que han pasado por el programa.
Las personas involucradas en este proyecto comentaban cómo es posible que situaciones limitantes se conviertan en desarrollantes.
El objetivo de esta Red de Orquestas Sinfónicas Penitenciarias no es sacar músicos de las cárceles, sino enfocarles hacia otra dimensión, mediante el aprendizaje, la práctica y el disfrute de este arte.
Aquí dejo este enlace con un vídeo de una de sus actuaciones:
http://www.youtube.com/watch?v=c5ElxrctuUs
Aquí dejo este enlace con un vídeo de una de sus actuaciones:
http://www.youtube.com/watch?v=c5ElxrctuUs
