Ayer asistí a un recital lírico en el Ateneo de Madrid. Fui de la mano de mi querida amiga Raquel Adanero, soprano que canta con el alma, como ya avancé en esta entrada , hace meses.
Como indico, asistimos a un precioso recital, en el que actuaba uno de los profesores de Raquel, el tenor Valeriano Gamghebeli (del que os dejo un vídeo a continuación, para que os hagáis una idea de su arte, mucho mejor de lo que puedo expresar yo con palabras). Sobre el escenario, nos transmitía el amor y la alegría que proviene, y ofrece, de su pasión.
Actuaron, además, una soprano con un dominio de la voz y la técnica impresionante, una delicada pianista y un joven violinista, que luego supimos tiene tan solo 21 años, y que, a mí, particularmente, hizo que casi se me saltaran las lágrimas durante su interpretación.
El público, concentrado en el disfrute del momento y un silencio total sólo “roto” por aplausos y vítores.
No es sólo un espectáculo, ni un rato de diversión, ni siquiera una manifestación cultural. Es mucho más; un encuentro así es la conexión de los seres humanos gracias al lenguaje universal de la música.