La inspiradora frase de Bergamín que da título a esta entrada procede de una entrevista, en La Contra de la Vanguardia, a Javier Sádaba, catedrático de Ética, una persona muy cuerda que afirma: "El mundo cambiará cuando seamos más libres y tengamos menos miedo". Y es que, en el fondo, ambas sentencias vienen a decir lo mismo, porque el miedo al otro es el miedo sentido en uno mismo que se proyecta en el otro.
Es maravilloso experimentar la complacencia que emana de estar a solas contigo, de encontrar la compañía en el retiro, sin tener que buscar, azarosa, actividades, personas con las que hablar (por hablar), a las que satisfacer para luego "recibir", sitios para salir y entrar, sin que entres en ti ni te abras a nadie...
Una soledad serena de la que antes huía, para no estar sola, y de la que ahora, a veces, me escapo, por “miedo” a no querer compartirla nunca más. Y da igual las personas que estén ocasionalmente en tu vida, porque el encuentro contigo te hace comprender que, pase lo que pase, siempre te tendrás.
De ahí a crecer con y por los demás... no hay ni un paso.
Una soledad serena de la que antes huía, para no estar sola, y de la que ahora, a veces, me escapo, por “miedo” a no querer compartirla nunca más. Y da igual las personas que estén ocasionalmente en tu vida, porque el encuentro contigo te hace comprender que, pase lo que pase, siempre te tendrás.
De ahí a crecer con y por los demás... no hay ni un paso.