Ayer me contaba mi hermana, en una de esas charlas “psicológicoemocionalestatelefónicotarifaplana” que nos traemos, que estuvo tomando un café tranquilamente en una cafetería, y que disfrutó muchísimo de ese rato. Dicho así, puede parecer exagerado, pero no lo es. Igualmente, la semana pasada fui a despedirla a la estación de tren y, sentadas en una terracita a medio sol, con un frondoso paisaje de pinares frente a nosotras y respirando un aire puro, nos sentíamos felices, y así nos complacíamos en ello.
Estos son unos placeres al alcance de cualquiera, y reconocerlos es lo que separa, en muchas ocasiones, la felicidad de la infelicidad. Desarrollo un poco más este ejemplo:
Soy feliz
Pido amablemente un café con un tozo de bizcocho. Siento que el camarero está contribuyendo a mi bienestar, porque me proporciona lo que me hace sentir bien. Mientras desayuno, admiro el paisaje y me deleito con el aroma del café, mientras saboreo el dulce. Entre cada sorbo, observo a las personas que hay a mi alrededor, fantaseo sobre sus vidas e imagino lo qué sentirán en ese momento. Me siento hermanada con ellas, porque sé que por su cabeza pasan pensamientos similares a los míos. Estoy disfrutando de un rato de soledad tranquila, porque ese momento es el único del que dispongo y, a la vez, es tan infinito que no he de preocuparme. Soy una persona afortunada de estar viva, tener salud y tanta belleza a mi alrededor.
Y ese agradecimiento me traerá más posibilidades de gozar de la vida.
Soy desgraciada
Pido agitada el café con un pedazo de bizcocho. Me pongo nerviosa, porque atienden antes a otro “fresco” que se me adelanta. Bebo y como sin darme cuenta de lo que estoy haciendo y, además, tengo sentimiento de culpa, porque son muchas las calorías que estoy aportando a mi figura, así que lo engullo rápidamente para calmar mi ansiedad y autoengañarme, creyendo que así el “pecado” será más leve. Por otra parte, con la cantidad de cosas que tengo que hacer, estoy perdiendo un tiempo “precioso” (que seguro que malgastaré como éste), cuando podía ir comiendo algo por el camino. Tampoco me siento bien sola. La gente me mira. Y ahora seguro que "me clavan" al pagar, porque no hay que fiarse de nadie.
Y esas prisas para malvivir y esa negatividad me traerán más tormento y problemas.
Y esas prisas para malvivir y esa negatividad me traerán más tormento y problemas.