Cuando uno se encuentra consigo, la creatividad surge sin que la persigas. Se manifiesta y origina belleza de muy diversas formas.
Cuando experimentas esa misma conexión con otras personas que caminan en paralelo a ti, llega un momento de tal compenetración que ya no es necesario hablar sobre lo que vas descubriendo o lo que te queda por aprender, porque las palabras son rebasadas por la sincronía, la telepatía y las miradas cómplices. Y de esa fusión de almas en busca de la luz aflora también la creatividad conjunta. De esto saben mucho los niños.
Y en esas estoy ahora. Emprender algo con quien te unen afectos te permite disfrutar de esa relación de amistad y fraternidad, al tiempo que das vida a un producto que tiene mucha fuerza, porque está basado en la unión y en el entusiasmo.
No hay prisas, porque lo esencial es pasarlo bien y tratar de hacer un trabajo de calidad y utilidad común. Lo demás… vendrá por sí solo.