martes, 4 de mayo de 2010

Lago profundo


Cuando avanzar es un propósito, cuando te has fijado una dirección -que no una meta- es apasionante ir valorando su desarrollo, porque vas reparando en que tus objetivos concretos se insertan en otro más global, universal, diría.

Hay cosas puntuales en las que se percibe con más claridad esa transformación, como en que cada vez realizas las cosas más por el hecho de disfrutar que por el resultado; que estás más alerta para rectificar errores, o que eres menos dependiente, que puedes estar a solas, sin hacer prácticamente nada más que vivir, durante días y días.

Por otra tarte, contemplas los acontecimientos con una perspectiva más amplia, como si estuvieras apoyada en la barandilla del último rellano de una escalera de caracol, por la que gira el carrusel de la vida. Desde ahí constatas que somos lo que somos porque interaccionamos continua y profundamente (aunque tantas veces sólo veamos el envoltorio).

Por supuesto que, en este proceso, hay días en los que nuestra potencia energética está baja y otros en los que hace que “nos subamos por las paredes” :-), pero, tras el trabajo interior, en el centro de ese cambio de intensidad, hay una morada de paz en la que reposa lo que nos impulsa a seguir descubriendo el tesoro que se nos ha dado: la esencia que está en todo lo que tocamos, sentimos, pensamos, decimos y hacemos.

Recuerdo muchas veces un texto de Tolle que, cuando lo leí, hace años, no le encontraba el mismo significado que ahora, pero que me sirvió para que hoy día interprete muchas cosas mejor:

“Al ir más allá de los opuestos de la mente, usted se vuelve un lago profundo. La situación externa de su vida y lo que pase en ella es la superficie del lago. A veces calmada, a veces ventosa y tempestuosa, de acuerdo con los ciclos de las estaciones. En el fondo, sin embargo, el lago está siempre en calma. Usted es todo el lago; no sólo la superficie y está en contacto con su propia profundidad (…). Usted habita en el Ser, inmutable, intemporal, inmortal, y ya no es dependiente, para la realización o la felicidad, de ese mundo exterior, que se compone de formas constantemente fluctuantes. Usted puede gozar de ellas, jugar con ellas, crear nuevas formas, apreciar la belleza de todo ello, pero no habrá necesidad de apegarse a ninguna”.

Y ese desapego no hace que nos alejemos de los otros seres humanos…

“Porque la verdadera relación sólo se vuelve posible cuando hay una conciencia del Ser”.

(E. Tolle, en su imprescindible libro, El poder del ahora)