Estoy trabajando un cambio en pequeños, pero continuados, pasos. No se puede cambiar de golpe.
A menudo, he sido el centro de una reunión; sin ser consciente de ello, supongo que por egocentrismo, en buena parte, pero también porque siempre tengo mucho que comunicar, como si hubiera en mí una fuente inagotable con el grifo sin llave de retención.
Tengo facilidad, por ejemplo, para imitar, ocurrencias rápidas a determinadas situaciones y cosas así, pero he de reconocer que, sin proponérmelo, estas manifestaciones “artísticas” de cara al exterior, han ido disminuyendo, paulatinamente, a medida que me he ido encontrando conmigo. Parece como si toda la vida que experimentaba enérgicamente fuera de mí se hubiera trasvasado a mi interior, depurándose y terminando en una mayor calma. Si estáis en un proceso parecido, seguro que entenderéis ese regreso hacia adentro, que se inició precisamente ahí mismo, dentro.
Esa espontaneidad a la que me refiero puede ser positiva, porque animas las fiestas, rompes los silencios y ¿por qué no? enriqueces y ayudas a muchas personas. Pero, en otras ocasiones, resultas cargante para los demás y es agotador para ti. Decir siempre la gracia de turno o la última frase, por muy plena de razón que esté, llega a incomodar a los contertulios.
Pero de esto, desde el principio hasta el final de esta entrada, sólo te das cuenta tras un autoanálisis.
Así que, he determinado, hace tiempo (pero mucho más firmemente en los últimos días, y con la seguridad de estar consiguiéndolo), limitar ese caudal de palabras al que he aludido. No dejarme llevar, sino ser más consciente de lo que digo y de lo que callo, siempre respetándome cuando necesite hablar, por supuesto; nada de represión porque sí.
Quiero aprender a escuchar más y, cuando hable, tratar de hacerlo sin sacar a colación cosas mías, de mi vida, de mis progresos y demás. Dejar aparcado el ego, así como no tratar sobre cuestiones muy profundas con quien no quiere o está dispuesto (o preparado) para escucharlas. Eso también es respetar.
Todo esto, que forma parte del aprendizaje, y también del crecimiento, me divierte mucho. Es un reto. Además, de este “experimento”, estoy sacando varias y enriquecedoras conclusiones:
-Que es infinitamente más relajante estar en posición de escucha (haces muy bien las digestiones, por cierto :-).
- Que las otras personas tienen muchas cosas interesantes que decir.
- Que nadie se da cuenta de que hablas menos, porque tu intención no es “dar una lección”, sino dártela a ti misma.
- Que tienes ocasión de observar cómo funciona el ego de quienes te han tomado el relevo, y esa información sigue alimentando tu interés por modelarte.
- Que, a la larga, te respetan y te admiran más con esta actitud pasiva pero atenta.
- Que, si necesitas desahogarte, siempre están los incondicionales con los que incluso tus fallos son aceptados como parte de tu personalidad. Pero, ellos se merecen también consideración en este sentido (mi no-invasión cuando no procede), precisamente por no juzgarme nunca.
-Que siempre tengo la posibilidad de hablar en silencio mediante la escritura y lo leerá exclusivamente quien quiera hacerlo :-).