"Quien necesita medallas sólo demuestra que no las merece. Y quien las merece, no las necesita"
(Martin Kessel)
Leí esta cita, en Plano Creativo, y me pareció tan buena que la he traído hasta aquí.
Queremos ser condecorados, que nos recuerden lo que valemos, para lo que servimos, que somos muy necesarios… Pero, como casi nadie nos complace en este sentido (más que nada porque están esperando lo mismo de nosotros :-), vivimos entre el desconcierto, la desidia o el desengaño, buscando, día tras día, motivos fuera de nosotros que cubran nuestro vacío interior.
Pero, así, el vacío no se llena nunca. Sólo sube momentáneamente nuestro ego. Cuando acaba la alabanza y, con ella, la arrogancia… caemos de nuevo en picado. Y vuelve la demanda de medallas.
Cuando adquirimos sabiduría de vida hacemos que brillen nuestras distinciones por sí solas. Resplandecemos y no precisamos ese reconocimiento externo. Lo hemos sustituido por fuerza y seguridad.
Sólo entonces somos también capaces de “condecorar” a otros con justicia y generosidad. Tenemos luz, y, por ello, podemos dar sin esperar nada a cambio.