Sufrimos mucho por temor a la pérdida de lo que poseemos, pero de lo único de lo que somos dueños en ese estado es del miedo.
Por ejemplo:
· Si tememos perder la salud, el temor ante su pérdida nos lleva a estados de ansiedad (miedo), que castigan el cuerpo desde la mente; finalmente, el cuerpo lo somatiza.
· Si vamos pisando a la gente para conservar nuestro puesto de trabajo, mientras lo hacemos vendemos nuestra dignidad; en el núcleo de esa “batalla” sólo queda el miedo, incluso aunque creamos haberla ganado.
· Si perdemos la tranquilidad imaginando un negro futuro, hacemos que el presente se diluya; cambiamos vida por miedo.
· Si juzgamos a otras personas, con o sin motivo, la verdadera causa que nos impulsa a hacerlo es nuestro propio miedo, el que proviene de la falta de amor en nosotros por creernos jueces, probablemente, de los miedos de los demás.
El miedo ha contraído o anulado al amor.
Invirtamos el sentido de los ejemplos propuestos:
· Disfrutamos de nuestra salud y enfocamos nuestra energía a crecer amorosamente.
· Nos dedicamos a hacer nuestro trabajo lo mejor posible y generamos atmósferas productivas e integradoras.
· Estamos atentos al presente, sin perdernos ni un detalle de la belleza.
· Vivimos y dejamos vivir, y somos correspondidos con la misma moneda.
El amor, lo que somos, se expresa y se expande.