En el portal http://www.solohijos.com/, del que he echado mano en más de una ocasión para asuntos que me preocupaban de la educación de mi hijo, aparecía recientemente un artículo con este titular:
“Niños con valores, adultos felices”.
De acuerdo, pero también podrían invertirse los términos:
“Adultos con valores, niños felices”.
Porque la clave para la educación positiva de los más pequeños es el trabajo de las debilidades de los mayores. Debemos dignificarnos y proyectarles una imagen íntegra, sustentada en el amor y en el disfrute de todo lo que nos rodea, ofrecerles ese patrón esperanzador para que tengan un referente válido. Y, cuando nos asalte la duda de si lo estamos haciendo bien o mal, cubrir esa duda con mucho cariño hacia ellos.
Me reconozco miles de fallos como madre, pero de lo que estoy segura es de que hay que aplicar estas “normas” para educar a los hijos a largo plazo, para garantizar su felicidad de mayores, aunque a veces, en el corto plazo, nos saquen de quicio (sobre todo cuando te dicen: “Deja de meterte en mi vida, pero… dame 20 euros" ¡grrrrrrrrrrrrr!).
Eso sí, no perdamos de vista la firmeza, que tantas veces olvidamos por esa idolatría que nos gastamos con ellos, y que tan claramente explica el campechano juez de menores Emilio Calatayud en este estupendo vídeo (gracias, José María, por pasármelo):