Generalmente veo a los políticos enfadados unos con otros, tratando de buscar el falllo contrario para demostrar que ellos están más preparados, y muy poco preocupados de que el resultado sea bueno o malo, sino de hacer ver a la masa que ellos sí lo harían bien, o, en el otro bando, que cuando estaban los otros también se equivocaban. A veces bajo el volumen del televisor para analizar sus expresiones y la verdad es que no veo mucha paz, que es lo que deberían transmitir. No es mi intención criticarles porque sí. Hablo desde el convencimiento de que sólo desde la sanación individual se puede llegar a la transformación del mundo. Y las personas que tienen potestad para cambiar las estructuras que “sostienen” las sociedades deberían estar mucho más empeñadas en ello. De lo contrario, seguiremos en pugna permanente, en guerras y disputas de distinto calibre, pero paralizadoras del verdadero desarrollo que necesita el ser humano:
“La guerra es una postura mental, y toda acción surgida de semejante postura mental o bien reforzará al enemigo, al mal percibido, o bien, si se gana la guerra, creará un nuevo enemigo, un nuevo rival igual y, a menudo, peor que el derrotado. Hay una profunda interrelación entre un estado de conciencia y la realidad externa. Cuando estás en las garras de una postura mental como la de la guerra, tus percepciones se vuelven sumamente selectivas y distorsionadas. En otras palabras, sólo verás lo que quieres ver, y después lo malinterpretarás. Es fácil prever qué tipo de acciones produce semejante sistema de autoengaño. O, en lugar de imaginarlo, basta con mirar los telediarios”.
Eckhart Tolle, en Un nuevo mundo, ahora