Me preguntan: hablas siempre del trabajo interior, pero ¿dónde sitúas a Dios en todo este proceso?
Es algo difícil de expresar con palabras y, por lo etéreo y profundo, casi no me atrevo a describir. No quiero quedarme con la parcialidad de un Dios, enmarcado en una figura humana, que nos observa, nos juzga o nos premia. No tengo temor de Dios, tengo Amor de Dios. La fuerza divina que siento o intuyo Permite y Ama. Deja ser, porque ES, por lo que ni siquiera me aferro al concepto de protección. Me reconforta el Dios al que agradezco, en lugar de pedirle, porque sé que con su AMOR impregnado en mí tengo todo lo que necesito.
Para mí Dios es el origen, expansión y "no fin" del Amor incondicional e infinito, la Verdad en su máxima expresión, a lo que tendemos en la búsqueda sincera e integral de nosotros mismos y en el encuentro fraternal con los demás. Somos chispas de la divinidad del Todo, de la bondad, de esa sabiduría esencial, que es Dios y que está en mí y en ti.