Un ser humano no puede ayudar a otros si no ha conectado consigo mismo, si no ha hecho un ejercicio de introspección para saber en qué falla y en qué va bien. Conocerse, sanarse, respetarse y amarse. Esta es la primera secuencia. La siguiente, comprender, respetar y amar.
Nos preguntamos tantas veces por qué hay gente tan desaprensiva, tan envidiosa, tan egoísta... ¿Por qué me habla con desprecio? ¿Por qué no comparte conmigo? ¿Por qué me ignora?... Sólo hay una respuesta para todo esto: si actúa realmente así es que no está bien en su piel. No ha encontrado ese punto de luz interior que amplifica la capacidad de comprensión. No ha aprendido a tener compasión ni siquiera por sí mismo, probablemente porque arrastre demasiadas culpas, que le han hecho tener una visión distorsionada de la vida.
Uno da lo que tiene, y si no fluye tu propio caudal de amor no puedes administrarlo. La mayoría de los laberintos de comunicación y relación parten de un conflicto interno que, en definitiva, conduce a la negación de la propia persona y a una vida sólo en función de los demás, desde el ataque y la defensa, y no desde la unión.
Nos preguntamos tantas veces por qué hay gente tan desaprensiva, tan envidiosa, tan egoísta... ¿Por qué me habla con desprecio? ¿Por qué no comparte conmigo? ¿Por qué me ignora?... Sólo hay una respuesta para todo esto: si actúa realmente así es que no está bien en su piel. No ha encontrado ese punto de luz interior que amplifica la capacidad de comprensión. No ha aprendido a tener compasión ni siquiera por sí mismo, probablemente porque arrastre demasiadas culpas, que le han hecho tener una visión distorsionada de la vida.
Uno da lo que tiene, y si no fluye tu propio caudal de amor no puedes administrarlo. La mayoría de los laberintos de comunicación y relación parten de un conflicto interno que, en definitiva, conduce a la negación de la propia persona y a una vida sólo en función de los demás, desde el ataque y la defensa, y no desde la unión.