Va por ti, becario del blog :-)
Hace unos días llegó una becaria a la empresa en la que trabajo. Una de las cosas que le dije fue que quería que se divirtiera, que aprendiera y que nos ayudara. Lo dije espontáneamente, sin pensarlo; no había estrategia en ello, pero luego me di cuenta de que podría haberla habido, porque si se divertía y aprendía... seguro que nos ayudaría.
Recuerdo mis primeros días de trabajo, hace ya “la tira” de años, también como becaria, como si fuera ahora; estaba expectante ante la mirada y las palabras de los que ya estaban allí; analizaba cada circunstancia, le dabas mil vueltas a todo y trataba de dar lo mejor de mí. Había llegado el momento en el que se me iba a medir por mi rendimiento, por mis capacidades y mi comportamiento con relación a otras personas y situaciones, desde un punto de vista muy distinto del que se me había exigido hasta entonces. En casa contaba, en cualquier caso, con el cariño y la protección de la familia, y en mi ciclo de estudiante se me valoraba prácticamente por mis conocimientos.
En fin, por entonces, lo sentía como una prueba integral de mi personalidad y habilidades y “a pecho descubierto”. En ese momento, te marcan, sobre todo, quienes, sin conocerte, te tratan por quien eres, la persona, más que por lo que desempeñarás, la empleada. Sentirte atendida en ese sentido te estimula y te aporta parte de la seguridad que necesitas en esa etapa de cambio.
Hace unos días llegó una becaria a la empresa en la que trabajo. Una de las cosas que le dije fue que quería que se divirtiera, que aprendiera y que nos ayudara. Lo dije espontáneamente, sin pensarlo; no había estrategia en ello, pero luego me di cuenta de que podría haberla habido, porque si se divertía y aprendía... seguro que nos ayudaría.
Recuerdo mis primeros días de trabajo, hace ya “la tira” de años, también como becaria, como si fuera ahora; estaba expectante ante la mirada y las palabras de los que ya estaban allí; analizaba cada circunstancia, le dabas mil vueltas a todo y trataba de dar lo mejor de mí. Había llegado el momento en el que se me iba a medir por mi rendimiento, por mis capacidades y mi comportamiento con relación a otras personas y situaciones, desde un punto de vista muy distinto del que se me había exigido hasta entonces. En casa contaba, en cualquier caso, con el cariño y la protección de la familia, y en mi ciclo de estudiante se me valoraba prácticamente por mis conocimientos.
En fin, por entonces, lo sentía como una prueba integral de mi personalidad y habilidades y “a pecho descubierto”. En ese momento, te marcan, sobre todo, quienes, sin conocerte, te tratan por quien eres, la persona, más que por lo que desempeñarás, la empleada. Sentirte atendida en ese sentido te estimula y te aporta parte de la seguridad que necesitas en esa etapa de cambio.
Cada uno debe ir superando las distintas fases de su evolución; de eso no hay duda, y si no solucionas tus problemas, seas maduro o te estés abriendo al mundo, nadie lo hará por ti, pero en esa toma de contacto profesional importa mucho el reconocimiento y la atención de quienes ya tienen experiencia. Creo que es nuestra obligación hacerles sentir como en casa. Estaremos contribuyendo así a fortalecer la autoestima de estos jóvenes, y a que gocen de algo que tanta falta hace en las empresas y en la vida, inteligencia emocional.