Susanita, de Mafalda.
Es algo que siempre me he preguntado. Con el tiempo, creo que he obtenido las respuestas, pero las dejaré en el aire, a criterio de cada cual.
En el trabajo hay que ser responsable, coherente, organizado, dispuesto y decidido. En fin, aplicar el sentido común y cuidar de que tu libertad no limite la de los otros. No todo el mundo es igual. Estoy convencida de que lo primero es cumplir tu cometido honestamente. De eso no hay duda. Sin embargo, tengo un concepto holístico de la vida que me hace muy complicado compartimentar mi forma de ser (y con ella el comportamiento) dentro y fuera del ambiente laboral. Se puede ser serio, si es como te encuentras en tu centro, pero también se puede ser alegre si lo eres y, al tiempo, cabal; salirte del carril, pero seguir caminando recto; relacionarte con tus compañeros y cumplir con tus obligaciones. Se puede, y creo que se debe, porque hay que espolvorear de ilusión el mundo. En mi libro incluyo este párrafo al respecto, referido a la vida en general, pero transferible al mundo del trabajo:
“Durante la lectura de Psicomagia, de Jodorowsky, me identifiqué totalmente con su teoría sobre el acto poético; en él hace alusión a las personas llamadas razonables, aquellas que “no planean actos locos”, las que no perciben que este mundo es “poético, chocante, vivo”. Me agito ante cualquier acto de creación, y cuando veo a cada persona en su sitio, todo colocado, todo dispuesto y maquinado, me siento en la necesidad de abrir la brecha de la espontaneidad, de romper el inconsciente colectivo y hacer ver al mundo que LA VIDA ES OTRA COSA”.
Afortunadamente, cada vez toma más fuerza la idea de los beneficios que aporta el buen humor y la cordialidad en el trabajo. Es una extraordinaria barrera rompemiedos, una de las razones más claras del encorsetamiento autoimpuesto (¡vaya, ya dije una! :-). Del poder del buen humor en el ámbito laboral trata el reciente libro de Eduardo Jáuregui y Jesús Damián Fernández, Alta diversión, en el que los autores abogan por incluir el humor en la lista de valores de la empresa, para aligerar y completar el diccionario de palabras tan aceptadas y útiles, pero demasiado gastadas, como compromiso, innovación y calidad.
En el trabajo hay que ser responsable, coherente, organizado, dispuesto y decidido. En fin, aplicar el sentido común y cuidar de que tu libertad no limite la de los otros. No todo el mundo es igual. Estoy convencida de que lo primero es cumplir tu cometido honestamente. De eso no hay duda. Sin embargo, tengo un concepto holístico de la vida que me hace muy complicado compartimentar mi forma de ser (y con ella el comportamiento) dentro y fuera del ambiente laboral. Se puede ser serio, si es como te encuentras en tu centro, pero también se puede ser alegre si lo eres y, al tiempo, cabal; salirte del carril, pero seguir caminando recto; relacionarte con tus compañeros y cumplir con tus obligaciones. Se puede, y creo que se debe, porque hay que espolvorear de ilusión el mundo. En mi libro incluyo este párrafo al respecto, referido a la vida en general, pero transferible al mundo del trabajo:
“Durante la lectura de Psicomagia, de Jodorowsky, me identifiqué totalmente con su teoría sobre el acto poético; en él hace alusión a las personas llamadas razonables, aquellas que “no planean actos locos”, las que no perciben que este mundo es “poético, chocante, vivo”. Me agito ante cualquier acto de creación, y cuando veo a cada persona en su sitio, todo colocado, todo dispuesto y maquinado, me siento en la necesidad de abrir la brecha de la espontaneidad, de romper el inconsciente colectivo y hacer ver al mundo que LA VIDA ES OTRA COSA”.
Afortunadamente, cada vez toma más fuerza la idea de los beneficios que aporta el buen humor y la cordialidad en el trabajo. Es una extraordinaria barrera rompemiedos, una de las razones más claras del encorsetamiento autoimpuesto (¡vaya, ya dije una! :-). Del poder del buen humor en el ámbito laboral trata el reciente libro de Eduardo Jáuregui y Jesús Damián Fernández, Alta diversión, en el que los autores abogan por incluir el humor en la lista de valores de la empresa, para aligerar y completar el diccionario de palabras tan aceptadas y útiles, pero demasiado gastadas, como compromiso, innovación y calidad.