jueves, 8 de diciembre de 2011

Mi carta para el 2012



Desde hace algún tiempo, cuando finaliza un año escribo una carta con mis propósitos para el siguiente. Lo hago después de abrir la del año anterior y verificar así si he sido capaz de cumplir lo escrito.

Es un compromiso que establezco conmigo con la intención de mejorar como ser humano y promover mi prosperidad y, con ella, la del mundo. Ya sabemos que para que el mundo avance positivamente no hemos de alejarnos mucho del campo de trabajo, basta con mirarnos y hacer hincapié en lo que necesitamos.

En los años 2009 , 2010  y 2011 publiqué unas entradas similares a ésta.

Casi siempre escribo sobre cosas inmateriales, porque sé que es en ese ámbito en el que construyo mi realidad. La lista de deseos es cada año más reducida, no porque lo tenga todo más completo, sino porque he ido aprendiendo que más que pedir hay que agradecer y la vida se encarga de ir compensando por ese espíritu de generosidad.

La carta de este año tal vez sólo ocupe una línea, quizá alguna más. Aún no la he redactado, pero de lo que sí estoy segura es de que aparecerán en ella dos conceptos básicos para la felicidad:

- Aprender a amar incondicionalmente.

- Fluir con la vida.

Esos dos propósitos encierran todo un tratado de sabiduría, que abarca dignidad, honestidad, confianza, entrega, serenidad… y que no se cumple al finalizar un año, sino cada uno de sus días. Un propósito muy elevado, en el que personalmente tengo aún mucho que hacer, pero al que todos tenemos acceso.