"Así como el niño tiene que dejar el cuerpo de la madre —tiene que salir del útero, si no morirá— lo mismo ocurre mentalmente. Un día tiene que salir del útero de su padre y de su madre. No sólo físicamente, también mentalmente; y no sólo mentalmente, también espiritualmente.
Y cuando nace el niño espiritual, rompe con el pasado completamente y por primera vez se convierte en un yo, una realidad independiente que está de pie sobre sus propios pies. Antes de eso era parte de su madre, de su padre o de su familia, pero nunca era él mismo.
Hagas lo que hagas, pienses lo que pienses, decidas lo que decidas, observa: ¿Viene de ti o está hablando otra persona? Y te sorprenderá descubrir la voz real; quizá se trate de tu madre, vuelves a escucharla hablar. Tal vez sea tu padre; la voz no suele resultar difícil de detectar. Permenecen ahí, grabadas en ti exactamente del mismo modo que cuando las oíste por primera vez: el consejo, la orden, la amonestación, el mandato.
Puede que descubras a mucha gente: el sacerdote, los profesores, los amigos, los vecinos, los parientes. No hace falta luchar. Por el simple hecho de saber que no es tu voz sino la de otra persona —sea quien sea— sabes que no la vas a seguir. Sean cuales sean las consecuencias, estás decidiendo moverte por ti mismo, estás decidiendo ser maduro.
Ya llevas mucho tiempo siendo un niño, llevas mucho tiempo siendo dependiente. Ya has oído y dependido de esas voces el tiempo suficiente. ¿Y dónde te han llevado? A hacerte un lío. Por eso, cuando descifres de quién es la voz, dile adiós... porque la persona que te dio esa voz no era tu enemiga. No tenía mala intención, aunque ésa no es la cuestión. La cuestión es que te impuso algo que surge de tu fuente interna; y cualquier cosa que venga del exterior te convierte en un esclavo psicológico. Sólo tu propia voz te llevará al florecer, a la libertad".
(OSHO)