viernes, 10 de diciembre de 2010

El trabajo, más valor y menos apego



Con los años, o más bien con la madurez psicológica (que no está siempre asociada a la edad), la focalización idealizada de tu vida a un solo recinto -el del trabajo, por ejemplo- se expande, y esa apertura mental te deja ver la vida en su conjunto.
Desmitificar el edificio, el entorno laboral, incluso a las personas que lo constituyen te hace valorarlo todo más objetivamente, en su justa medida, y te libera de los miedos que proceden, en muchos casos, del apego a tu pertenencia estricta a algo reducido, comparado con la inmensidad de la existencia.

Este sentimiento de universalidad te invita a trabajar para más para el bien común que para tu beneficio. Lo haces con generosidad, no con egoísmo. No esperas recompensas, pero obtienes muchas más satisfacciones.
Compruebas cómo libera sentirte ciudadano del mundo y partícipe de un proyecto profesional, pero también de otros muchos más. No siempre te rodeas de las mismas energías, pero tienes poder para dirigir la tuya en este sentido.
Y valoras que lo que debe importar en cualquier parte son las personas y sus relaciones sanas. Porque de las relaciones sanas con uno mismo y con los demás derivan también los buenos negocios.