“Un domingo, a las dos de la madrugada, me llamaron para que fuese al pabellón psiquiátrico a ver un paciente que estaba fuera de sí. Yo nunca había visto a este paciente, que acababa de ser internado la tarde anterior con un diagnostico de esquizofrenia aguda. Diez minutos antes de que fuera a verle había arrancado la moldura de la puerta de la habitación donde estaba encerrado. Cuando llegué miré por la mirilla de la puerta y vi a un hombre de casi dos metros de altura, que debía de pesar unos ciento treinta kilos. Estaba corriendo desnudo alrededor del cuarto, diciendo disparates y enarbolando el enorme trozo de madera que acababa de arrancar, del que sobresalían varios clavos. La verdad es que no sabía qué hacer.
(…)
Mientras miré por la mirilla de la puerta empecé a darme cuenta de cuán asustado estaba el paciente y de lo asustado que estaba yo también. De pronto, se me ocurrió que él y yo teníamos un vínculo común que nos unía: ambos teníamos miedo.
Sin saber qué cosa podía hacer, le grité desde el otro lado de la puerta:
- Soy el doctor Jampolsky y quiero entrar a ayudarle, pero estoy asustado. Temo que usted pueda hacerme daño o que yo pueda hacerle daño a usted, y me pregunto si acaso no estará usted asustado también.
Al oír esto, el paciente dejó de decir disparates, se volvió hacia mí y dijo:
- ¡Desde luego que estoy asustado!
Continué gritándole y diciéndole lo asustado que estaba yo, y él me contestaba a gritos lo asustado que estaba él. En cierto sentido nos convertimos en terapeutas el uno del otro, y a medida que seguimos hablando, nuestro miedo se fue desvaneciendo y nuestras voces se fueron calmando. Finalmente, él me permitió entrar solo en el cuarto; hablé con él, le di un medicamento para tomar por vía oral y me fui.
(…)
Esta bella historia pertenece al libro de la imagen, Amar es liberarse del miedo, del doctor Gerald G. Jampolsky. He decidido dedicarle esta entrada, porque es una obra muy especial para mí. Me ayudó a entender muchas cosas en un momento complicado de mi vida, en el trabajo, en la salud de alguien muy cercano y en ciertos síntomas de malestar que iba experimentando y que denotaban que estaba somatizando todo lo que sucedía. No estaba preparada para tanto, por entonces, y su contenido - sencillo, pero directo a alma- me serenó, me centró y me dio confianza en la vida.
Una vez que decidí ver a este paciente como mi maestro y no como mi enemigo, él me ayudó a reconocer que quizá todos estamos igualmente desquiciados y que la única diferencia estriba en la forma en que se manifiesta nuestra demencia”.
Esta bella historia pertenece al libro de la imagen, Amar es liberarse del miedo, del doctor Gerald G. Jampolsky. He decidido dedicarle esta entrada, porque es una obra muy especial para mí. Me ayudó a entender muchas cosas en un momento complicado de mi vida, en el trabajo, en la salud de alguien muy cercano y en ciertos síntomas de malestar que iba experimentando y que denotaban que estaba somatizando todo lo que sucedía. No estaba preparada para tanto, por entonces, y su contenido - sencillo, pero directo a alma- me serenó, me centró y me dio confianza en la vida.
"Sólo hay dos emociones, el Amor y el miedo. La primera es nuestra herencia natural y la segunda es una fabricación de nuestra mente".