lunes, 14 de mayo de 2012

El Blog, la casa de mis palabras

Hace más de un año publique esta entrada, El blog, la casa de mis palabras. La repito y la completo con un párrafo al final (en verde esperanza :-)

En Twitter vivo en un gran edificio de apartamentos donde los vecinos nos comunicamos a través de un soleado patio; decimos, en pocas palabras, lo que pensamos, resaltamos lo que nos parece digno de mención en otros y nos transmitimos noticias de última hora sobre asuntos que nos inquietan o nos hacen crecer. No pedimos permiso a nadie para entrar a vivir allí. No establecimos compromisos; simplemente, accedimos, nos sentimos bien y nos quedamos.
Por otra parte, aunque tengo inactiva mi cuenta de Facebook, creo que los que se encuentran es ese espacio terminan por irse de copas y compartir sus vivencias, palabras y creaciones sin salir del mundo virtual.
Pero el Blog, este blog en el que habita mi silencio, es la casa de mis palabras. Es de mi propiedad, sin más escrituras que las que realizo día a día. Tiene las puertas totalmente abiertas a quien quiera saber cómo vivo en ella y el cariz de las conversaciones que mantengo conmigo, las que brotan de mi burbuja de creatividad, me hacen vibrar, sentir y avanzar.

“Adquirí” su terreno hace casi tres años en la inmobiliaria Blogger . Hice las gestiones pertinentes para ocupar mi lugar en la Red y seleccioné cuidadosamente su estructura y materiales: las habitaciones y los compartimentos que quería habilitar en él, los colores de sus paredes y los cuadros que lo adornarían.

Y, cuando el continente estaba a mi gusto, dispuse el contenido. Comencé a llenarlo de emociones y sentimientos jugando con las letras del abecedario. Fui dejando huella según mi estado de ánimo, mis inquietudes, desvelos y alegrías. Luego, consideré que podía compartirlas con mi gente y les invité a que pasaran.

Hice fiestas por todo lo alto, donde los invitados realizaban preciosos comentarios y me agasajaban con regalos. Me llenó de gozo saber que no sólo les gustaba la decoración, sino que también querían quedarse por la conversación y el buen ambiente.

Dispuse, asimismo, una habitación especial para que los amigos con los que compartía gustos -los dueños de otros blogs- pudieran hospedarse cuando quisieran, y establecí así lazos de profunda presencia y amistad, que aún perduran.

Pasado un tiempo, necesité reposo, y cambié la fiesta por el sosiego. Dejé intactas las habitaciones de mis amigos, pero clausuré el espacio para la conversación. Les avisé de que, por un tiempo, necesitaba estar a solas, pero que no quería que me abandonaran. Por eso, dejé todas las puertas y ventanas abiertas, para que, si les apetecía, se acercaran en silencio y me leyeran.
Cada día me recreo en este hogar de mi conciencia. Voy cambiando los objetos de sitio para adecuarlo al momento, voy renovándolo y ampliándolo, y me preocupo de que sea lo más confortable posible para que quien se asome a él se sienta también como en casa.
-------
Hoy he recibido un emotivo mensaje de una de las lectoras de este blog, en el que me indicaba que no entendía por qué no estaban habilitados los comentarios, porque, a veces, siente la necesidad de expresar  algo tras leer mis entradas y no puede hacerlo. En el anterior párrafo expuse el motivo en su día, pero al leer el mensaje me he dado cuenta de que debía permitir el paso a quien tuviera la necesidad de compartir y de agradecer, que es también dar. Así que abro comentarios ahora mismo y os envío un fuerte abrazo.