viernes, 17 de abril de 2009

El cuerpo nos habla


Hoy estoy en casa. Me he tomado el día libre para hacer de enfermera” de mi hijo, que anda con el virus este de los cambios de tiempo (y las defensas bajas, claro, que los adolescentes se “castigan” mucho con los deportes, las salidas y tal ).

A raíz de esto, me he acordado de un texto que leí hace unos días en el blog de José Manuel Romero, que he incorporado a mi lista de preferidos, porque me parece que aporta datos muy interesantes sobre lo que nos dice el cuerpo con la enfermedad, y lo hace en un lenguaje muy asequible.
Sin más preámbulos, os pego, con su permiso, el contenido de una de sus entradas, dedicada a los accidentes (remarco en negrita lo que me parece más significativo):
ACCIDENTES
Se denomina accidente a un suceso no previsto, por lo que es normal que se consideren hechos fortuitos, producto de la mala suerte. Para mí, sin embargo, un accidente como una enfermedad, es un medio más que nuestro Maestro Interno utiliza para advertirnos de una conducta errónea que nos perjudica y de la cual no somos conscientes.

Nosotros no buscamos los accidentes, como tampoco buscamos las enfermedades; pero sin embargo, de todo lo que nos ocurre en la vida los responsables somos nosotros.
Nadie entra en contacto en la vida con algo con lo que no tiene que ver. Aunque, en principio, esta afirmación es desagradable, no por ello, deja de ser verdad. Debemos de familiarizarnos con la idea que una misma persona es agente y paciente, a la vez.
Un accidente puede producirse cuando una persona se siente culpable, se acusa de algo que ha pensado o ha hecho. El accidente es como un autocastigo, inconsciente, para neutralizar la culpabilidad.
En ocasiones nos autolesionamos para reclamar la atención y el cariño de los demás. Esta actitud, en la mayoría de los casos, proviene de la infancia. El niño se da cuenta de que cuando está enfermo o se accidenta, todo el mundo está pendiente de él; la madre le quiere más, el padre se ocupa más de él y de alguna manera se siente el centro de atención. Esta asociación se puede mantener siendo adulto e inconscientemente, podemos provocarnos accidentes en momentos de desánimo.
El miedo a tener que enfrentarnos a determinadas responsabilidades en la vida suele jugarnos malas pasadas; sobre todo si no nos consideramos personas valiosas, porque las cosas no nos salen como a nosotros nos gustarían, o no nos sentimos seguros, porque tenemos miedo a los resultados.
El tema de la agresividad también tiene mucho que ver con los accidentes. Me refiero a la agresividad descontrolada, cuando es ésta la que domina a la persona. Cuando la mente cree en la violencia es ésta la que atrae para sí.
En todos los casos de accidentes, bien sean de tráfico, domésticos, laboral, etc., lo primero que debemos buscar es el mensaje que nos trasmite para solucionarlo de una forma consciente y así evitar que el accidente se repita más veces y con el riesgo de mayor peligrosidad para el individuo.
Está demostrado que las personas que han sufrido alguna vez un accidente, son propensas a repetir en más ocasiones, y ello es debido a que han desoído la señal que le advierte del suceso y han continuado con el mismo comportamiento.
Por eso, en general, los accidentes son ocasionados inconscientemente y obligan a las personas a efectuar el cambio que ellos conscientemente se niegan a hacer.
Por ejemplo, en el coche como en la vida, uno puede “desviarse de su camino”, o “saltarse una norma”, un stop; o puede que no tenga tiempo para frenar....y atropelle a otro.
Puede que a uno le cueste seguir adelante en la vida, que sintamos que no avanzamos y venga otro que “no ve por donde va” y nos embiste por la parte trasera, etc.
Por otra parte, hay personas que no ven el peligro y juegan con fuego y por supuesto, acaban quemándose las manos.
Los hay que se precipitan en el futuro, tropiezan y caen rodando.
Y por último, se encuentran los accidentes que nos obligan a un cambio de vida drástico, como son las fracturas de los huesos, producto la mayoría de las veces, de una inflexibilidad extrema.
La rigidez de las normas, o de los propios principios nos impide adaptarnos a la vida, nos anquilosamos y los huesos pueden romperse. También puede producirse una fractura cuando tenemos pensamientos de violencia hacia alguien que para nosotros representa la autoridad, aunque no seamos conscientes de ellos. Como no podemos permitirnos llevar a cabo nuestra actitud agresiva, la violencia contenida se vuelve contra nosotros mismos.
Al final, el inconsciente nos obliga a que descansemos, a que orientemos nuestra vida adaptándonos al momento presente, que seamos más flexibles y a que se establezca la unión entre cuerpo, mente y espíritu.
Recomendaciones para recuperar la salud:

Cuando hemos sufrido un accidente es sumamente importante que lo aceptemos, lo asumamos como creación de nuestro inconsciente y lo afrontemos de una forma positiva.
Primero porque nos informa sobre la equivocación que hemos cometido y, en segundo lugar, porque nos obliga a que nos prestemos atención a nosotros mismos. Aunque en un principio nos sintamos fastidiados, el tiempo nos demostrará que el accidente nos ha reportado un beneficio o ha evitado un mal mayor.
Para su interpretación es necesario ver qué parte del cuerpo ha sido afectada. No significa lo mismo una quemadura en la mano que una fractura en una pierna, o que un golpe en la cabeza. Debemos averiguar el simbolismo y la analogía de la parte afectada con nuestras pautas mentales. Así descubrimos que lo que no asumimos con la mente, el cuerpo lo tiene que experimentar y que lo que se manifiesta en el cuerpo está también en el alma.
Las personas propensas a sufrir accidentes necesitan, una vez ha sido hallada la pauta concreta que lo ha originado en su caso, cambiar esta hacia un plano positivo, deben de sentirse tan merecedores de amor como cualquier otro ser del Universo. Necesitan eliminar los límites que se han autocreado y conectarse con el poder infinito e ilimitado que todos tenemos dentro.
Si en algún caso descubrimos que tenemos sentimientos de culpa es absolutamente necesario que practiquemos el acto del perdón. El perdón nos libera de la culpa y del pasado y nos conecta con el presente, con el poder.
Cuando una persona ha sufrido un accidente sugiero que reflexione sobre estas preguntas:
¿Qué me quiere advertir este accidente?
Qué aspecto de mi vida debo transformar?
¿A qué cambio de comportamiento o de dirección me estoy resistiendo?
¿Tuve la intención de hacer daño a alguien? Si no fue así, debemos dejar de acusarnos.
(Extraído de su libro Conocernos ¿qué nos quiere decir el cuerpo con la enfermedad?).