Estoy suscrita, desde hace años, a la revisa Psicología práctica, porque hace honor a su título: ofrece artículos muy aplicables a nuestra vida y, además, me mantiene informada de novedades editoriales interesantes.
Tengo un cariño especial a esta revista por una razón muy personal: a través de ella conocí el libro Persigue tus sueños, de Antoine Fillisiadis, que me impulsó a escribir mi propio libro. Les escribí una carta de agradecimiento, que extractaron en el buzón de lectores. Un tiempo después publiqué mi libro, con la editorial Obelisco, la misma de la obra que me estimuló a perseguir mi sueño (¿casualidades o causalidades?).
Pues bien, refiriéndome ahora al tema de la entrada, supongo que, si estáis en proceso de cambio, búsqueda, encuentro o como queráis denominarlo, sabréis que primero te interesas por aspectos relativos a la autoestima y a la mejora de las relaciones interpersonales y, después o además, por cuestiones como el funcionamiento del cerebro y del cosmos (y descubres que es muy parecido, por cierto). En el número 115 de dicha revista, me encontré con el libro de la imagen, Dios está en el cerebro que, además, relaciona el cerebro con la espiritualidad.
En el artículo se indica que, según el autor de la obra, el filósofo Matthew Alper, Dios no es un fenómeno divino, sino orgánico. Asegura que es una concepción humana y subjetiva, un producto del cerebro. Se basa en las ciencias naturales y sociales para demostrar que existe una programación predeterminada en el cerebro humano que ha dado lugar a las creencias espirituales.
Sostiene que heredamos, a través de la evolución, un mecanismo que nos permite sobrellevar nuestro miedo más grande, el de la muerte.
Habrá que leer este libro y extraer nuestras conclusiones.