sábado, 9 de agosto de 2008

Las ventajas de no reaccionar

"¡Qué a gusto me he quedado! Después de lo impertinente que se ha puesto, le he dicho cuatro verdades y me he quedado nuevo…".

Eso es porque no has probado a hacer un pequeño paréntesis entre lo que te ha molestado y tu respuesta. Creo que fue Buda quien nos recordó aquello de que si otros son los que hacen mal, ¿por qué nos sentimos mal nosotros? ¿No deberían sentirse mal ellos?

Las personas más débiles (con un ego más potente) reaccionan rápidamente ante lo que consideran una ofensa, porque así podrán mantener esa “fuerza” viva, de la misma manera que es también enérgico el ego de quien provoca el conflicto. Su identificación con lo que piensan, lo que creen confusamente que son, les sitúa en el campo de batalla ante cualquier circunstancia en la que creen salir perjudicados. Sin embargo, guerra más guerra sólo puede originar una guerra más cruel.

Es de sabios permitir que el enojo, la rabia o el dolor que procede del exterior queden fuera de nosotros. Inicialmente, los sentiremos, aún cuando no les demos expresión externamente e, incluso, aunque los dejemos pasar; pero, poco a poco, dejarán de ser emociones negativas, para convertirse en circunstancias observadas. Podemos resolverlas con palabras, igualmente, si es lo que deseamos, pero siempre esperando un tiempo para el análisis.

No reaccionar no es “pasar” de quien provoca una situación que te molesta, sino comprenderle, desde la mirada atenta y consciente. No culpar a la persona en su totalidad, sino considerar que, en ese momento, ha mostrado una actitud concreta, por la causa que fuera, que nada tiene que ver con su ser esencial.

A modo de bumerán, es muy probable que, mediante este ejercicio de consciencia, obtengas muchas ventajas, y la primera, que resulte difícil estar en medio de conflictos, porque tu "no reacción" irá debilitando, en silencio, el ego de quien reclamaba tu respuesta airada, quizás para encontrar fuera lo mismo que sentía dentro.