“Los hijos de todo el mundo son especiales, no entiendo de dónde salen tantos adultos mediocres”.
(Frase de la película Code 46)
Mi hijo está en esa edad en la que escucha música mientras come, mientras ve la televisión, mientras estudia, cuando se va a la cama y cuando se levanta, en el móvil, en el MP3, en el ordenador… Me gusta que se aficione a la música, porque, además del placer que supone para los sentidos, acrecienta la sensibilidad. Sin embargo, me pregunto si los adolescentes, que aún están en tierra de nadie, que están forjando su personalidad, no encontrarán en la música, también, un modo de evadirse del mundo que les estamos presentando los mayores. Esta es la musica que les llega de nosotros:
“Deja eso ya, niño”; “Como sigas así, no llegarás a ninguna parte”; “Fíjate lo bien que lo hace el hijo del vecino”; “Nunca recoges tus cosas”; “Calla que no oigo las noticias”. Y en las noticias… la crisis, la violencia, la contraposición, y… bueno… los deportes, que hasta los presentadores necesitan como colofón de tanto desastre. ¿Os habéis fijado cómo sonríen los presentadores del telediario cuando aparecen los de los deportes? Es porque ellos también demandan un cambio de ritmo…
¿Cómo no van a querer distraerse los adolescentes con la música?
Debemos orientarles, marcarles unos límites para que sean personas más seguras, y permitirles que se equivoquen para que aprendan y evolucionen, pero también tenemos la obligación de darles ejemplo de atención real, dirigiéndonos a ellos por lo que SON, seres de luz, que hemos traído a este mundo para colmarles de amor, y no para juzgarles permanentemente por lo que hacen. En realidad, nacen sin opinión respecto a este mundo y la toman de imágenes desafortunadas. Debemos esforzarnos por darles una buena educación académica, pero, sobre todo, buenas lecciones de vida. Difícil, lo sé, pero no imposible. Y la mejor manera de hacerles felices es siéndolo nosotros. De lo contrario, probablemente estaremos creando legiones de futuros adultos mediocres.