Tener una familia que te quiera te aporta estabilidad,
alguien con quien compartir la vida, equilibrio; tener hijos, una de las experiencias más intensas y un vínculo indestructible; un buen
trabajo, seguridad; tener amigos, sentirte acompañado y comprendido…
Pero hay algo que llena sin que nadie más que tú intervenga en ello: crear, desarrollar tu don personal, ese que hace que el tiempo pase apenas sin darte cuenta y que, cuanto más lo trabajas, más satisfacciones te proporciona.
Hemos nacido con una gran fuente de
creatividad; cuando permitimos que el agua fluya, el caudal aumenta incesantemente; si retenemos esa agua, tomará mal olor, perderá su transparencia y no
cumplirá su función: purificar el alma, hidratar el cuerpo, refrescar la vida. Si no damos curso a ese canal de creación, nuestra energía quedará estancada y, entonces, sentiremos insatisfacción, tedio, intranquilidad...
Por tanto, si en algo tenemos que empeñarnos en esta vida es en conocernos, en saber quiénes somos para profundizar luego en lo que podemos ofrecer. Este proceso de descubrimiento y desarrollo no sólo nos colmará de preciosos momentos, sino que también contribuirá a que hagamos del mundo un lugar más bello.
Así, tener una familia, pareja, hijos, amigos y trabajo serán regalos a una vida, que, de por sí, ya estará llena de sentido. Amaremos a las personas que se crucen en nuestra vida, sin apegos, sin obligarlas a hacernos felices, sino siendo felices con ellas, compartiendo ese secreto que, gracias a haberlo buscado, se ha convertido en nuestro valioso tesoro.
