La nueva conciencia ya no da tregua a quien no mira dentro. Lo verifico día a día, en pequeños detalles y en grandes acontecimientos.
Es algo muy palpable. Ya no sirve de nada esperar ni culpar a nadie de nada. No es efectivo compararse, ni vigilar lo que pasa en la vida de otros para distraerse de lo que de verdad tienes que hacer con la tuya: responsabilizarte de tu felicidad, colaborar con el flujo de la vida e ir a favor de su corriente.
Hoy ya no es rentable para uno mismo ni para el mundo seguir siendo egoísta (ni sufriente), porque eso significa que no te quieres, que no te aceptas, que no te paras a analizarte y que sigues esperando que alguien o algo fuera de ti supla el tesoreo, la divinidad y la fuerza que hay en ti.