Pensar que casi nada merece la pena y que cualquier cosa la merece están más cerca de lo que parece.
Al hilo de la entrada anterior, hoy, mientras regresaba a casa del trabajo, pensaba en el significado de esta frase que he escrito luego en mi Twitter. Supongo que todo el mundo tendrá esos momentos de ver el absurdo de la vida al tiempo que su belleza. Pero no era esa la idea que he tratado de sintetizar en esas 20 palabras, que encierran mucho más de lo que dicen.
He querido resumir que cuando eres capaz de relativizar todo, desde el “éxito” profesional y personal, las relaciones que estableces o los papeles que desempeñas, lo que tienes, o lo que vales a ojos de la sociedad… estás más conectado que nunca a la vida y, por tanto, a cada uno de los aspectos que he citado.
Pero hay algo que vincula ambos extremos, el de no querer nada y valorar todo: la experiencia interna al servicio de lo externo, y… también, lo que sucede fuera para provecho de lo de dentro, cuestiones que también engloban mucho más de lo que expresan.
Espero haberme expresado al menos lo suficiente como para que quien me lea sepa que lo importante no es que lo entienda, sino que lo sienta.