La mayoría de las personas hacen las mismas cosas, piensan cosas parecidas y organizan su vida y la de su familia de un modo similar (en las vacaciones, en el trabajo, con los estudios, los viajes al extranjero de los hijos, la ropa del colegio, el control de las facturas, el modo en que se desenvuelven las relaciones sociales, las lecturas y películas de moda…). Vidas lineales que, aunque se desarrollen normalmente en el ámbito superficial, pueden hacer “felices” a quienes no conocen otra cosa.
Pero hay vida detrás de esa vida, que se siente como una ráfaga de luz intensa; como un soplo de gozo divino, que se repite cada vez con más facilidad cuanto más profundizas en ello, y que te hace sentir poderoso, más allá de lo se sabe y se domina.
El mundo desconocido, al que muy pocos deciden acceder, es el sustento de todo lo demás. Da mayor sentido a la organización externa de nuestra vida, que deja de ser, por ello, prioritaria sin restarle su valor. Así, lo accesorio llega a ser lo que vemos, lo que teníamos como núcleo de nuestro paso por el mundo.
Lo invisible, aquello que nos hace vibrar, crear, sentir y, sobre todo, comprender, es lo que nos proporciona la solidez para caminar con firmeza, confianza y seguridad.