viernes, 6 de marzo de 2015

Buenos recuerdos

Ahora, que me encuentro en paz con mi presente, me visitan buenos recuerdos del pasado.

Hoy, en Imprescindibles de la 2, el protagonista ha sido el escritor Juan Marsé, autodidacta y Premio Cervantes. Últimas tardes con Teresa, una de sus emblemáticas novelas - una historia social y de amor, que marcó mi adolescencia y, quizá, mi propia vida - fue una de las obras que influyeron para que, años más tarde, decidiera estudiar Literatura.

Me ha gustado indagar en la personalidad y el desarrollo literario de este escritor que, en palabras de su hija, y cosa que comparto, no le gusta viajar porque tiene un mundo interior muy amplio.

Lejos de gustarle la fama ni las apariciones públicas, le importa poco lo que se mueve fuera de su propia faceta de hacedor de historias (me viene a la memoria Vadim Zeland, que considera que lo único que ha de interesar de él son sus palabras; lo aplaudo igualmente).

Marsé no persigue ser brillante, dice uno de los críticos, sino que sus palabras se vuelvan lo más transparentes posibles.

De su discurso del Premio Cervantes destaco algo que ahora me llega más que cuando lo escuché en su día: "Siempre ha tratado de buscar algo que nunca he sabido definir, pero que tiene que ver con alguna forma de belleza".

Me parece alguien transparente y tímido a la vez. En la entrega del premio Cervantes me pareció de una ternura indescriptible cómo le protegían sus nietos de esa timidez. "Pasa pronto, abuelo" o algo así, le decían. Mientras le entrevistaban unos periodistas, otra de las nietas le rodeaba (a duras penas, je,je) con sus brazos.

De otra de las entrevistas que le han hecho, me quedo con estas dos respuestas:

-Tiene dicho Juan Marsé sobre Juan Marsé que su primera vocación es la de ser feliz. ¿Así transcurre la gloria de su vida?

-Si el hombre ha nacido para algo es para ser feliz, si no, no lo entiendo.

-¿Usted entiende para qué ha nacido?

-Pues no, todavía me lo estoy preguntando, tal vez escribo por eso. De momento, como no me gusta cómo es el mundo, doy mis versiones escribiendo. Una de las razones del escritor es reinventarse el mundo continuamente, modificarlo. Yo, cuando hablo de felicidad, no hablo de éxito personal, de esos grandes triunfadores que diariamente vemos en la prensa. Hablo de una armonía que debería existir entre uno y sus semejantes e incluso en sus relaciones consigo mismo.