Esta mañana, en el trayecto al trabajo (de vuelta de las vacaciones), he experimentado una conexión intensa con la naturaleza. Frente a mí, la montaña de Gredos se alzaba majestuosa, resguardada por un impecable cielo azul grisáceo, salteado con regulares nubecitas, que se asemejaban a copos de claras a punto de nieve.
Toda una gama de colores pastel y un muestrario de formas, de cielo y tierra, me han acompañado y protegido por el camino, mientras no me cansaba de repetir : “¡Qué maravilla!”
Esos instantes en los que te fundes con la naturaleza son una clara muestra de la divinidad que nos envuelve y de la que formamos parte. No hay en ello sentimiento de apego, sino de comunión; no hay posesión, sino pura contemplación y unión.