En la máquina de café de la sala de descanso, un cliente (al que no conozco, sino que me lo he encontrado en esa zona) trata de sacar un café, pero la máquina no coge su moneda. Le veo apurado y con ganas de tomarse el cafelito, y le invito. Son sólo unos céntimos de euro.
Me da las gracias y compruebo que se retira satisfecho por la atención.
Trato de sacar otro café para mí y no me lo permite sin precio exacto. Recupero mi moneda y me encuentro, además, el importe de otro café en monedas sueltas. Pregunto si se lo ha dejado alguien, pero nadie me responde. Saco mi café y me marcho contenta con el “regalo”.
Y es que las máquinas también tienen su corazoncito… :-)
Me dirijo a mi puesto de trabajo, y el mismo cliente me pregunta cómo salir a la calle. Le indico el camino y, de propina, un poco de humor: “Ya ves -le digo- soy tu hada madrina”.
Otra sonrisa por su parte.
Cuesta tan poco hacer por los demás lo que nos gustaría que hicieran por nosotros…
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(¡Ojo! me encantaría que mi comportamiento respondiera siempre a estos parámetros… pero también tengo mi Yin :-)