viernes, 3 de octubre de 2008

La actitud


Ayer, un amigo me regaló un trébol de cuatro hojas. Lo encontró mientras paseaba, y cuando me lo dio tuve una buenísima intuición. No soy nada supersticiosa, pero sí creo en las señales que aparecen cuando te sientes alineado con tus deseos.

Él camina mucho todos los días. En una ocasión, le dije que me gustaba verle caminar, porque lo hace de forma distinta a la mayoría de las personas. Avanza ágil pero sin signos de aceleración; parece que flota sobre el asfalto. Él me respondió que cree que la actitud que adopta cualquier persona cuando realiza una actividad marca la diferencia para que se desarrolle talentosamente o sin sentido.

“Por ejemplo –me comentó- cuando me dices que cuando ando parece que voy "flotando" es porque lo hago con el propósito de que sea de esa manera, porque no me supone ningún esfuerzo, y esto es así porque no ando con los pies solamente, sino también con todo el cuerpo y con la mente; cada parte de mí se orienta hacia el movimiento, la respiración también, la sangre que bombea mi corazón, y mi cerebro que a veces se despista, pero que también se centra en ello. Pero todo esto sucede porque quiero y deseo que sea así. No camino porque me lo haya prescrito el médico o por bajar peso o por un motivo específico, sino porque considero que es saludable y, además, me agrada. Lo hago conscientemente”.

Ayer me entregó el trébol, con la misma actitud con que camina, y lo hizo justo en el momento en el que nos intercambiábamos unos textos que hemos elaborado para el desarrollo de un precioso trabajo en equipo. ¿No es una buenísima manera de ponerlo en marcha?