Cada año, por estas fechas, abro el cofrecito en el que guardo los propósitos que me tracé al finalizar el año anterior. En algún momento voy a leer de forma escalonada los mensajes que he ido escribiendo en este blog sobre el asunto, porque seguro que puedo realizar un gráfico veraz de mi evolución interior, medible sobre todo por los logros o "fracasos" que se me hayan ido manifestando en el plano exterior.
De lo que sí estoy segura es de que, a medida que han pasado los años, mis propósitos han sido más profundos, más en mí, menos fuera, porque me he ido dando cuenta de que nada de lo que "pretendía" podía ser obtenido saliendo de mí. Y eso es una suerte, porque te armas de valor y el valor te da poder y, aunque flaquees en determinados momentos, como todo ser humano, vives con la sensación de ser capaz de resolver de forma positiva cualquier reto que se te presente. Crees en ti.
No estamos tanto en época de maestros como de adquirir la propia maestría, para que el mundo se llene de personas que ya han aprendido la lección del Amor, la única que puede devolvernos tanta belleza como hemos ocultado inconscientemente cuando pensábamos que eran sólo los otros los que estaban faltos de enseñanzas. Los "fines" que me marqué para este año que acaba estaban enfocados de ese modo, desde dentro hacia afuera. Veo en cada una de las frases que escribí estos verbos dirigidos a los demás y a mí, respectivamente: aceptar, amar, permitir, valorar, cuidar; cuidarme, quererme, permitirme, sentirme...
En realidad, cada uno de los párrafos que redacté podrían resumirse en una sola línea:
Seguir aprendiendo a amarme y respetarme para poder amar y respetar a todos y a todo.
Lo que ocurre es que si en este mapa de la vida trazas caminos concretos, tangibles, es probable que veas con mayor claridad los "resultados" (el disfrute, la paz. la realización...). Aunque es un camino con un destino superior al que tú mismo te traces, hacer descansos en él nos permite saborearlo y compartirlo conscientemente.
Voy a escribir mi carta para el 2013 y, en líneas generales, me siento con menos ganas de pedir y más de observar serenamente, fluir y confiar, porque ahora ya sé que, en cada momento, se me va acercando lo que necesito conocer y "obtener". Tan sólo debo colaborar con una actitud abierta, honesta y digna.