“Estoy tonta, me he vuelto a equivocar”. Esta frase podemos decirla cuando creemos haber cometido algún error, y puede tener diferentes interpretaciones:
- Ser un desahogo que nos permite repetir una acción, haciendo con ella una parada para continuar (un uso productivo).
- Una forma de disculparnos ante quien se ha dado cuenta de nuestro fallo (aceptable, sólo si afecta a terceros).
- Una manera de exteriorizar nuestra torpeza para hacérsela ver a otras personas (denota falta de autoestima).
Suelen ser frases hechas, sin gran trascendencia. Sin embargo, si utilizamos sentencias de este tipo constantemente, si hablamos mal de nosotros y, por tanto, si pensamos mal de nosotros... esa será la imagen que proyectaremos y tendrá correspondencia con lo que obtengamos.
Recuerdo una de mis primeras lecturas sobre crecimiento personal, que me invitaba a mirarme al espejo y hablar bien de mí; referirme en voz alta a mis virtudes; desearme un buen día y afirmar que cada día que pasara sería mejor.
En otro apartado me indicaba que sonriera, aunque fuera de forma forzada, viendo reflejada así mi imagen positiva. Al principio me resistía a hacerlo; me sentía algo ridícula, no por el hecho de actuar de esa manera, que de teatrera tengo un rato :-), sino porque como siempre esperaba que me dijeran otros lo que iba a sucederme o cómo debía actuar, no me hacía a la idea de que esos ejercicios pudieran influir en mí.
Con el tiempo, me he dado cuenta de que, una vez que aprendes a poner en práctica estas afirmaciones, valiéndote del maravilloso instrumento de la palabra, te vas acercando a un patrón mental de prosperidad.
Un ejemplo simple: cuando busco un aparcamiento, me digo interiormente que merezco encontrarlo justo en el lugar al que voy, y SIEMPRE se cumple mi deseo (claro.. que me estoy refiriendo a Ávila, no a Madrid :-). Si me distraigo pensando en lo que haré cuando llegue a casa o en cualquier otra actividad no relacionada con la acción de aparcar, me paso la tarde dando vueltas a la manzana :-)
En general, en nuestra vida se manifiesta aquello a lo que prestamos atención, sea para bien o para mal. La diferencia entre deleitarte con la vida o angustiarte con ella tiene mucho que ver con la forma de pensarla y de expresarla.