Como tantas otras veces, hoy me he detenido a observar a personas desconocidas por la calle. Suelo hacerlo cuando estoy en un restaurante, en un parque, en cualquier lugar. Me gusta imaginar qué les hace estar tristes o alegres, disfrutar de la vida o aborrecerla. Por sus miradas intuyo que no hay muchas diferencias entre ellos:
- Algún problema con personas cercanas, en la familia, en el trabajo... (juegos de egos, disputas por llevar la razón, intereses y problemas económicos o de otro tipo).
- Miedo por su futuro y el de sus seres queridos.
- Amores y desamores. Dudas, tormentos, repetición de comportamientos insanos que giran y giran hasta volverse a encontrar.
- Ilusiones y proyectos teñidos por la desconfianza de que se cumplan y frustración por los no cumplidos.
- Y, de vez en cuando, pero sólo de vez en cuando, disfrute del momento presente: el único espacio y lugar en el que suceden las cosas, y donde se encuentra la oculta felicidad.
Quizá los que tienen verdaderos problemas de supervivencia sean nuestros maestros para saber disfrutar de una brizna de bienestar en el día a día...