viernes, 4 de febrero de 2011

¡Ummm... el placer de viajar sola!


Y llevar la música a tu gusto y volumen, sin que mi hijo me diga "¡mamá, quita eso!" o los vecinos "¡esa músicaaaaaa!".

¿Y esa idea que sólo se te ocurre cuando, con la mente relajada, circulas con la luz larga por una recta de 2 km., hasta que la inspiración se esfuma cuando el conductor que viene de frente te “acribilla” con una ráfaga de 10 segundos? (absténganse de profundizar en esto los agentes de tráfico; puede ser ficción :-).

Y el paisaje ¿Para qué reescribir lo que ya describí AQUÍ y AQUÍ.

¿Y lo despejada y fresca que llego al trabajo, cruzándome con los compañeros que aún están casi en fase gamma o, mejor, zzzzzzeta?

Y acoger el día con un amplio horizonte que se va abriendo a mi paso (a unos 100 km/h; cualquiera no se aparta…).

Y comenzar la jornada con esos alicientes:
Regalos para los sentidos.
Descifrar el color "azafata" que quieres para tapizar tus sillas.
Compararlo con el azul del cielo, y dudar…
Regresar a la melodía cuando el pensamiento para.
Cantar como una loca, hacer del volante unos bongos y de la palanca, una batuta :-)
Y que la imaginación viaje conmigo hasta aterrizar en esta reflexión ;-)

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P.D. ¡Ay, si leyeran esto algunas personas mayores de mi pueblo que me dicen afligidas!:
“Vaya, querida, mira que tener que coger el coche todos los días…” :-)