Uno de los aspectos que más he tenido que trabajar en mi proceso de cambio es la impaciencia, porque solía vivir en el tiempo psicológico (nunca he sido mucho de mirár hacia atrás, pero sí de habitar en el futuro).Cuando estás es esa dinámica en la que sientes que el tiempo te está empujando o pisando incesantemente los talones, cuando vives intranquilo por algo que esperas o deseas, y que debes coger al vuelo, estás contribuyendo a la idea de escasez que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida, impulsada desde fuera, frente a la de prosperidad o abundancia con la que nacimos. Nos estamos faltando el respeto, además, porque esta actitud, trasladada a cualquier aspecto cotidiano, constituye un verdadero machaque. Aún vuelvo al viejo patrón, en algunas ocasiones, y entonces me doy cuenta (importantísimo esto de darse cuenta) de que el estrés me saluda, para ver si le doy cancha
No hay nada más que hacer que lo que estamos haciendo, porque no hay más tiempo que aquel en el que nos encontramos mientras realizamos la acción, desarrollamos un pensamiento o planificamos un objetivo. Todo ello tiene lugar en el ahora. Nada más. Incluso el hecho de no hacer nada (que es hacer algo :-) es también una decisión que se toma y se “ejecuta” en el presente. La impaciencia y las prisas son autosabotajes para nuestro crecimiento y denotan ausencia de presencia consciente.
“No me importa que la gente mire sus relojes cuando estoy hablando, pero es excesivo que además los sacudan para asegurarse de que andan”. :-)
Norman Birkett