Esta tarde he ido al dentista. Poca cosa; un pequeño arreglo de media hora. Mientras hacía tiempo para entrar pensaba en que era una especie de metáfora de la vida. Nadie podía entrar al dentista por mí, ni pasar esa media hora sentada en el sillón hasta que, finalmente, saliera con mi pieza dental reparada. Ahora bien, tanto el dentista como las auxiliares han puesto todo su empeño, su amabilidad y su saber para que saliera de allí satisfecha y para que el rato se me hiciera lo más liviano posible.
Podemos rodearnos de gente que comparta con nosotros sus dones y servicios, que nos ayuden cuando les necesitemos puntualmente, pero cada uno ha de resolver sus situaciones, por insignificantes o considerables que sean, asumiendo por completo su responsabilidad.
Enfocar así la vida, sin "echar balones fuera", te hace mucho más segura y, sobre todo, más feliz.