viernes, 4 de septiembre de 2009

El primer recurso, el enchufe


Estoy escribiendo un tercer libro (del segundo pronto os diré algo), que versa sobre el trabajo, y recordaba la época en la que, terminada mi formación, buscaba un empleo, allá por la era cavernícola :-). Comparto con vosotros estas reflexiones, que seguro no os son ajenas ;-):

El primer escalón de esa etapa suele ser el de tratar de contactar con alguien que te “enchufe”, y aquí entran en juego los familiares: “Sí, hombre. ¿Te acuerdas de ese amigo mío de la mili que montó una fábrica de patatas fritas? ¿Por qué no le das un toque?" Y le dan el toque, y tú te imaginas con un gorro blanco en una cadena de montaje embolsando patatas, y mirando al reloj de salida, implorante. Pero, aún así, tienes la esperanza de que tu familia y sus conocidos te puedan seguir salvando. Lo cierto es que su intención es buena; ellos quieren ayudarte, aunque se les haya olvidado en el intento, por ejemplo, que tienes estudios universitarios, y que ¿por qué tienes que ponerte ese gorro?

Después, ya más sosegados, se dan cuenta de que ese no es tu camino, y se dirigen a aquel ingeniero que le debe una perrillas a tu padre por un trabajo que nunca pagó, con la excusa de que "ya nos veremos un día de estos del veraneo por el pueblo y saldamos deudas…". La cosa se quedó en ese “ya nos veremos”, así que, cuando se le requiere para echarnos un cable, en lugar de para reclamarle el importe, responde muy solícito, a ver si, de esa forma, se puede tomar las cañas sin esconderse. Asegura que tiene muy buenos contactos en el Ministerio de tal y que, en cuanto salga una plaza…, "ten por seguro que coloco a tu hija/o”. La plaza nunca salió, ni la deuda se saldó, pero, mientras tanto, te has pasado todo un verano saludando casi haciendo la venia a ese supuesto “generoso” ingeniero, que iba a dar la cara por ti “desinteresandamente”.

En fin, que tienes que encontrar trabajo y estás solo ante el “peligro”. No te van a buscar “colegio”, ni te ayudarán a hacer tus “deberes”, ni te reñirán si “suspendes”, porque todos dan por sentado que los que te esperan son otros nuevos problemas. Y, en cierto modo, la vida te ha ido haciendo entender que así es, lo cual no quiere decir que sepas aún cómo afrontarlos.

Al releer este último párrafo ya me he dado cuenta de mi error: he hablado de “problemas”. Ese es el verdadero problema, creer que todo lo que vaya a sucedernos lleva implícito un “problema”. Las personas mayores, cargadas con su maleta repleta del miedo que han ido acumulando (a fuerza de no reconocer que lo tenían), nos advierten de los riesgos; los medios de comunicación nos presentan la imagen desoladora de la economía, las finanzas y la desesperación general. Hay señales de alarma por todas partes, que nos indican que “lo bueno acaba” y, claro, con este panorama... nos colmamos de temores. Es decir, estamos negativamente preparados para alimentar el oscuro sistema que nos ha creado y en el que nos vamos a zambullir de lleno.
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Y hasta aquí… puedo leer :-)