Las palabras brotan de mi esencia,
las siento emerger, plenas de entusiasmo,
filtrado luego por la calidez del corazón.
Se elevan hacia mi cerebro, que las procesa
y las envía a la terminación de mis dedos,
colmados de rebosante energía amorosa.
Y, en el papel, las contemplo tan mías como tuyas.
Son del mundo y de mi mundo nacieron,
emisoras de mi profundidad,
forjadoras de mi silencio y de mis ruidos,
complaciéndose de crear mi cosmos
y, desde mi universo, anidar en el tuyo.