Nuestros sueños quedan enterrados, en ocasiones, porque se nos ha educado en el “ser” en un sentido puramente profesional, familiar y social: “eres un buen estudiante, un buen abogado o un buen ciudadano, un buen hijo, un buen padre”. Por el papel estandarizado que vas a desempeñar, pero pocas veces se nos ha hecho ver lo que constituye nuestro "yo" más profundo, del que despegan las ilusiones: eres una persona digna, autosuficiente, valiosa, capaz de emprender lo que desees y de conseguirlo, preparado para disfrutar de tus logros y de aprender de tus fracasos. Hemos obviado la belleza de la vida, porque nos han mostrado la “lucha”. No nos han dado a entender suficientemente lo que tan bien expresa el cantautor Facundo Cabral en esta preciosa cita:
“Si somos hijos del amor, hemos nacido para la felicidad, lo demás son pretextos”.